lunes, 5 de mayo de 2008

CIUDADES INTERMINABLES

Cuantos espacios se han achicado para remplazar comunidades míticas por una Dubai de mil y una noches continuas, que crece en este momento. En la vista nocturna de una megalópolis donde las luces invierten el horizonte, no es necesaria una visión de astronauta para intuir como el cielo y los habitantes que creen en él se refugian en sus dramas dejando siempre una luz encendida. Siempre sobre las lozas que sirven de azotea hay una flor que habita cómodamente una lata de conserva que fue violada con rapidez he indiferencia, nidos de pichón en engorde, perros danzantes, rutas de gatos, ropa al sol que como antaño se mecía sobre las cercas. Mientras, la espera para culminar la segunda planta en tejas de barro. Son espacios apropiados por las abuelas y el desconectado familiar que no puede ya ganarse la vida visitando a los vecinos con el afán de prestar sus mínimos servicios. Los burgueses se hacen pequeños en sus casas de "Aura", mientras una clase media que oscila al ritmo de la economía simulada se asienta con esperanza y paciencia sobre tierra apisonada y cartones que, asegurados, cortan el viento. De la puerta solo quedan dos pilas de piedra, maderos apolillados y mucho alambre. No acaba la invasión de deseos que se escurren sin saber donde queda un lado que se diferencie de otro. La ganancia del correr es el lema, las metas se desplazan continuamente y al romper los límites solo quedan viejos mapas borrosos y una ceguera fosilizada que cree verlo todo.